De Vicente Asencio, «Quatre danses i un albá». De Ricardo Olmos «»Tres cançons valencianes». De Salvador Giner, «Les fases del camp».
Valencia es de los pocos lugares de España que observa una fuerte y larga tradición musical. Del siglo XIX proviene Salvador Giner, todo un patriarca de la música valenciana, y uno de los pocos compositores genuinamente románticos españoles, de los pocos que se sustrajeron al influjo italianizante. En esta obra para una orquesta maravillosamente tratada, «Les fases del camp», se escuchan ecos del Romanticismo germano, desde el Mendelssohn de «El sueño de una noche de verano» a Schumann. Pero la música suena fresca y con gracia. Me encanta esta obra.
De Vicente Asencio, (con una obra nacionalista muy refinada que, en algunos momentos, recuerda a los nacionalistas rusos), ya ofrecimos una entrada dedicada a su música para guitarra. Él y Olmos estuvieron en la «época de los manifiestos», los años 30. Mientras que los madrileños y catalanes firmaban los suyos en tiempos de la República o próximos a ella, los valencianos no podían ser menos. Había que renovar un panorama musical obsoleto, lleno de curas que no tenían ni idea y castizos y zarzueleros que daban una imagen de pandereta de la música española. Junto con una serie de jóvenes y entusiastas compositores valencianos (Vicente Garcés, Emilio Valdés, Luis Sánchez y Ricardo Olmos) formó el llamado Grupo de los Jóvenes. En 1934 publicaron el primer manifiesto de la música valenciana en el que expresaban su ideario estético, que pasaba por la consecución de un arte musical plenamente valenciano:
“Aspiramos a la realización de un arte musical valenciano vigoroso y rico, a la existencia de una escuela valenciana fecunda y múltiple, que incorpore a la música universal el matiz psicológico y la emoción propia de nuestro pueblo y de nuestro paisaje. Un arte y una escuela que se manifiesten en todos los géneros, en la sinfonía, en la Ópera, en el ballet…”
También son muy interesantes las palabras que el propio Asencio declaraba sobre sus inclinaciones estéticas, todo un manifiesto de mediterraneidad:
“Soy un músico actual, aunque no todas las corrientes actuales me interesan. Soy un músico tonalista; creo que el movimiento actual atonalista, introducido hace poco en España y viejo en Europa, es interesante como movimiento de intento renovador, ahora bien, no creo que a nosotros, los mediterráneos, con nuestro temperamento, nos vaya bien su estética, porque el dodecafonismo es un movimiento esencialmente cerebralista y nosotros somos sustancialmente intuitivos”.
En fin, sólo por la «Danza III» merece la pena escuchar el disco. Pura delicia, de tintes impresionistas, en el estilo de Toldrá.
En cuanto a Ricardo Olmos, también uno de los «jóvenes compositores», está olvidado, al menos fuera de Valencia. Su nombre suena un poco a los estudiantes de conservatorio, a alguna coral, y poco más. Aquí hay cuatro deliciosas canciones para coro, que se nutren directamente del folklore riquísimo de esa tierra.
musicaespanola@hotmail.com. Felices Fallas.